Hace muchos años estaba saliendo con una chica, se acercaba San Valentín, recuerdo que yo quería dejarla, se acercaba San Valentín. Sé que cuando quise dejarla no podía porque: se acercaba San Valentín, lo que sí le dije es que yo no quería celebrar San Valentín porque me parecía una fiesta absurda y estúpida.
Así que aceptamos el trato de: No hacernos regalos de San Valentín.
Yo quería dejarla pero no iba a hacerlo en San Valentín, ni siquiera en la semana de San Valentín. Ganaba tiempo y desperdiciaba tiempo por no verla, no sabía que hacer, sé que es de cobardes y yo entonces era un estúpido adolescente. Ella me quería tanto que no cumplió su parte del trato de no hacerme regalos. Me trajo un paquete de galletas con un montón de galletas. Riquísimas, yo que quería dejarlo y no podía hacerlo porque no tenía valor y era la semana de San Valentín, estaba feo y cuando pasó la semana de San Valentín aun me quedaban galletas, estaban riquísimas, no quería dejarla porque si no, no volvería a probar aquellas galletas de San Valentín.
Yo fui alargando el plazo para dejarla un mes, porque en realidad quería dejarla desde una semana antes de San Valentín, no tube valor, cuando tenía valor era San Valentín y no podía dejarla porque era San Valentín, y espere y después no podía hacerlo porque aun me quedaban galletas de San Valentín. Al final cuando tuve el valor de dejarla estaba tan hasta los huevos de esperar que lo que es delicadeza no tuve ninguna, la traté como una mierda. Que cabrón fui, en serio, nunca había sido tan cabrón con nadie. A veces la veo, pero ya no viene a cuento acercarme a ella por la calle y decirle: Mira lo siento, siento haber sido tan capullo e imbecil, ya no viene a cuento, pero aun me sigo cagando en los muertos de San Valentín.
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