Continuación:
Ella cayo sobre él y con su pene en las manos lo fue dejando entrar, estaba muy húmedo y caliente, empezó entrando muy despacio cuando él llevado por él momento acelero el proceso de un golpe de cadera. Los movimientos continuos arrítmicos y sobre la tierra, emitían sus propios sonidos salvajes, ella caía sobre él y él acariciaba todo su cuerpo. Se besaban desesperados como si solo les quedaran unos segundos antes de que llegara el fin del mundo.
El acabo de desnudarla sacándola de la camiseta olgera que llevaba puesta, sus pechos se movían con la inercia del movimiento y el los rodeaba con sus manos. No podía parar de mirar su movimiento hipnótico, la danza comenzó a ser circular, ella notaba como él movía su cadera en círculos y a cada impacto ejercía una fuerza más animal y bruta. Empezaba a sentirla más profunda que nunca. Cegado por el momento cogió sus muñecas y de un rápido movimiento la tumbo boca arriba, estaba sobre ella y continuo, con más fuerza, ella no podía evitar gritar pero lo hacía de placer, la ropa sobre la tierra le servia de almohada improvisada y ella la cogía con sus manos intentando taparse la cara. Sus gritos inundaban la montaña.
Le aparto la ropa de la cara, y comenzó a besarla, ella le correspondió y entre besos se le escapaba algún gemido, algún grito. Él era más silencioso, pero su respiración animal no pasaba desapercibida. La velocidad era vertiginosa, el golpeteo incesante era inmensamente veloz y fuerte, ella no podía parar y salvajemente clavo sus uñas en su espalda. Dejaba en su piel las marcas de sus uñas, y el mordía su cuello como un bulldog su pieza de caza. El mordisco casi ahogaba su respiración, ella empezaba a sentirse casi asfixiada y entre la excitación, los dientes en su cuello y el dolor, todo se volvía lentamente nublado. Sus pulsaciones aceleradas parecían ralentizarse, entre cada segundo pasaban tres, seis, nueve... Parecía que algo se apagaba. Sus uñas dejaron de ejercer fuerza, en la espalda sangrante del chico. Parecía una señal, el comienzo a besarla y lamerle el cuello como un poseso ella, volvía a respirar. La velocidad volvió a aumentar, los segundos volvían a ser fracciones muy pequeñísimas de tiempo entre embestida y embestida, volvía a ser demencial, ambos estaban disfrutando como nunca, pero se estaban cansando de la tierra, de la posición, la mirada lo decía todo, parecía que hubieran nacido para aquel momento, para ese acto, para morir así. Casi como si fuera una pluma la levantó, la puso a cuatro patas sobre el capó, tal vez se pasó de fuerza, el golpe abollo el todoterreno. Pero en ese momento todo daba igual.
El movimiento hizo que la excitación aumentara y los segundos en que su pene no estaba dentro de ella, parecieron eternos, ambos lo necesitaban. Boca abajo sobre el metal, él volvió a entrar dentro de ella con su boca en su espalda y sus manos masajeando sus pechos. La noche era total, pero la luna alumbraba sus cuerpos desnudos, el ritmo no paraba, por momentos se aceleraba un poco más momentos que duraban cada vez menos. Una pausa muy corta. Los ruidos de la noche en la montaña no iban hacer acabar perfecto momento en el que se veían.
Ella se dio la vuelta y se abrazo a él, sin sacársela, la cogió y se metieron en el coche. Continuaron la danza sexual en los asientos de atrás, se alcanzaba el clímax total, el final, la perfección. Los últimos golpes impactaban dentro de su vagina y su pene palpitaba inmenso dentro de ella, el hombre que había permanecido en silencio practicante todo el rato no podía evitar empujar la voz con su diafragma marcando involuntariamente sus abdomilanes, los últimos golpes salvajes y la explosión de él , la inundó, ella reacciono con un grito aun más ensordecedor, que la hizo derramarse en éxtasis. Pararon poco a poco, despacio, se abrazaron en el asiento de atrás, los animales de la montaña no habían parado de escucharlos y los lobos comenzaron a ladrar como locos en la ventanilla, el susto sobrecogió sus corazones y saltaron. Después de un momento, empezaron a reír. Pasaron la noche en el todoterreno, descubriendo cosas que no les había dado tiempo antes y al amanecer cuando los lobos se fueron, recogieron sus ropas destrozadas.
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