Estábamos en mi cama, debajo de las mantas escondiéndonos, no sé ni cuanto tiempo hacía que esa chica y yo no estábamos entre mis sabanas, más o menos desde que se echo un novio idiota, en realidad echo de menos tener mis piernas entre las suyas. Había deseo, y nuestros labios se visitaban como vecinos que van a pedirse sal continuamente. Susurrándonos deseos a los ojos con la luz apagada, la tensión subía. Me la hubiera comido a besos, le hubiera hecho el amor, porque juntos siempre lo hemos pasado genial, podría decirse que le hubiera dado su merecido, somos amigos y nos queremos de una forma que no se puede explicar, de esa forma que se quieren las personas que no se quieren pero se quieren, no sé ni como explicarlo, como dos abuelos que se aman y están cansados de tenerse cerca, pero se quieren. Y a la vez no se quieren, pero están locos el uno por el otro contando mentiras, e insultándose, mientras juega cada uno con sus cosas y se abrazan. En resumen la quiero, pero no la quiero, que la amé con locura, en pasado, no en presente, pero sí que sé que en futuro también y a la vez no, pero sí. Qué sí, claro que sí, pero no se puede decir que sí, por eso es que no y a la vez sí. Pero no. No puedo decir que sí aunque así sea, porque es que no. O sí.
No me digáis que no lo habéis entendido, porque si es así, está bien explicado, porque ni ella ni yo lo hemos entendido aun a día de hoy. Lo qué si sabemos es que entre nosotros pasaron muchas cosas y ahí se quedaron.
Y esa noche hay estábamos besándonos en secreto, amándonos en secreto ese día, queriéndonos, como tiempo atrás, locos el uno por el otro, pero sin hacer nada. Y que consté que si no pasó nada no fue por respeto al imbécil de su novio. Si no porqué en mi cama al otro lado a espaldas de ella, había durmiendo un idiota y ambos temíamos por mi vida. Y entonces fue cuando nos besamos, casi por última vez.
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