Era la segunda vez que nos acostábamos juntos, su cuerpo era tan perfecto como la última vez. ¡Dios mío! ¡Que cuerpo! ¡Que mujer! No puedo y no quiero y nunca, a no ser que tenga alzheimer, olvidaré su cuerpo, su tacto, su olor, su cara de dolor al penetrarla. Ella es preciosa. Y lo hace todo tan bien dentro de la cama. Tuvimos que empezar despacio como la primera vez. Como cuando se desvirgo conmigo. La primera vez que lo hicimos creo que ambos llegamos al cielo. Al menos yo. Y una vez más estábamos en mi cama, seis meses después, haciéndolo. Para ella sería follar, para mí era hacer el amor, porque la quiero tantísimo, que es amor.
En serio, esa frase echa: “me da igual el mundo mientras ella sea feliz”, es así. No pudo acabar el polvo, había un chico que le gustaba y a pesar de no tener nada con él, le quería tanto que no podía seguir adelante. Tuvimos que parar, el polvo se quedo a medias. Llamadme pringado, pero ese medio polvo fue genial.
Ninguno de los dos se corrió. Ella no podía y a mí no me dio tiempo. Desnudos nos tumbamos en la cama, ella pensaba que yo iba a matarla por dejarme a medias, ¿como voy a matar a una chica a la que quiero tanto? Estábamos tumbados, sudados y asquerosos, charlando ella empezó a llorar, porque estaba enamorandose.
Bueno es lo que tienen las amigas. Lo mismo puedes terminar una noche de jarana echando un polvo que es la hostia, que se enamoran de algún pringado y tienes que ofrecer el hombro.
ResponderEliminar