Este año por halloween no me he disfrazado. Pero otros años, sí. Otros años me he disfrazado de Joker, de novia cadáver, de asesino de la cuchara, de Austin Powers, del fantasma de la opera, de Jesús Cristo.
Otros años que sí me he disfrazado sobre las 3 o las 6 de la mañana llegaba a mi casa: cansado, sin entender como demonios había tirado de mi cuerpo hasta allí, sin fuerzas para nada, ni para desmaquillarme y ducharme... o sea, solo la fuerza suficiente para quitarme el disfraz como para meterme en las mantas desnudo. Y siempre acababa en la cama con el maquillaje puesto. Halloween da más miedo a la mañana siguiente, cuando al amanecer la cama está llena de sangre, maquillaje blanco o negro o rojo... a veces otros colores pero esos son los más comunes... O lo que es peor, carne artificial pegada a la almohada, entonces da igual lo mucho que hayas querido retrasar el hecho de cambiar las sabanas, esa mañana, a la mañana siguiente ha llegado el momento de cambiar las sabanas, como cuando una chica se corre a lo fuente y lo llena todo, pues igual. Por más que quieras y te guste no vas a poder dormir en la cama a gusto hasta que no cambies las sabanas.
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